Las primeras incursiones artísticas de Antoni Miralda son causadas por el servicio militar obligatorio que, pasando primero por el dibujo, acaban conformando auténticas intervenciones en el espacio público, con sus blancos Soldats Soldés de plástico. El artista residirá en París hasta 1971, momento en que marcha a Nueva York, no sin antes haber trabado una serie de contactos con otros artistas catalanes como Joan Rabascall i Jaume Xifra. La comida y su color, con toda la carga simbólica y social que la envuelve, se convierte en el elemento nuclear de su obra, por medio de acciones llevadas a cabo junto a Dorothée Selz, primero, y con la gastrónoma Montse Guillén, después, que tomarán la forma de rituales colectivos y banquetes. La actividad de Miralda, así, se fundamenta en proyectos efímeros, que se activan gracias a la participación de la gente y de los voluntarios que el mismo artista recluta, para celebrar el aspecto lúdico y festivo de la vida. Entre estos destaca Fest für Leda, acción ritual realizada para la Documenta VI de Kassel de 1977 —que contó con el apoyo de la galería Vandrés, gestionada por Fernando Vijande—, y de la cual la Fundació Suñol conserva la pieza Leda. Al mismo tiempo, el uso de un elemento tan universal como la comida le permite romper prejuicios y poner en relación diferentes culturas, como hizo con el Honeymoon Project que, extendiéndose a lo largo de seis años, recreaba todos los actos de un matrimonio simbólico entre la estatua de la Libertad de Nueva York y el monumento a Colón de Barcelona. Desde 2007, se ha adentrado en el proyecto FoodCultura, archivo y plataforma para pensar las relaciones entre la gastronomía y la diversidad cultural.
Miralda es, además, un artista presente a lo largo de toda la trayectoria de la Fundació Suñol. Ya en el momento de inauguración de la residencia de Josep Suñol a Les escales, Miralda fue el encargado de diseñar, con la colaboración de Jaume Xifra, Antoni Muntadas y Jaume Sisa, el acto ceremonial del 10 de junio de 1976, llamado Situació-color. Unos años más tarde, en 1982, preparó la fiesta de inauguración de la Galeria 2. La reapertura de la Fundació en este mismo espacio, en 2019, contó de nuevo con su participación, con el obsequio Cromomà.
La Fundació Suñol le dedicó una exposición individual, Camins encontrats II. Miralda. Obras 1977 i 2015, a cargo de Enric Franch, que profundizaba en su trayectoria a partir de la contraposición de dos piezas.