Manuel Millares tuvo un papel protagonista en la creación de colectivos como LADAC (Los Arqueros del Arte Contemporáneo) y el grupo El Paso, importantes focos de vanguardia artística en el contexto de postguerra. Desarrolló un lenguaje pictórico propio que combinaba elementos del informalismo y la abstracción matérica con una reinterpretación del arte guanche canario. Es así que a finales de los años cincuenta, ya instalado en Madrid, introduce en sus pinturas la arpillera, un material relacionado con la cultura aborigen canaria que resultó la base de su producción posterior y que dotó sus obras de gran sensualidad. Los enérgicos agujeros y violentos rasgones sobre la tela transmiten una expresividad radical y un fuerte dramatismo que se ha relacionado con el obscurantismo del contexto social y político en la España del momento. Al mismo tiempo utiliza una paleta cromática reducida al blanco, el rojo y el negro, colores esenciales que remiten a lo primigenio. Paralelamente a sus cuadros con arpillera, Millares trabajó extensamente con soportes y técnicas, como la pintura sobre papel y los dibujos a tinta china, donde continuó explorando una poética imbuida de elementos simbólicos.