Yo no represento nada. Yo pinto. Es la pintura la que tiene que hablar, no yo.

En 1936 nace Giorgio Griffa en Turín, quién desde pequeño estará en contacto con la pintura, tomando clases de diversos artistas en el Circolo degli Artisti de su ciudad. Aun así, se licenció en derecho en 1958, ejerciendo desde entonces su profesión de abogado. La conexión con elementos abstractos en su pintura llegó a mediados de los 60, poco después de ser alumno del pintor abstracto Filippo Scroppo, con quién estuvo de 1960 a 1963.

Su trayectoria, a partir de aquí, se asocia a la reflexión sobre el estado de la pintura, sus herramientas y el artista. Griffa busca la esencia formal de la pintura a través de piezas que evidencian su condición artificial. Más adelante entró en contacto con el Arte Povera a través de la Galeria Seprone, con quien se le relacionará habitualmente, de la misma manera que con la Pintura Analítica (también conocida como Pittura Pittura) y el Minimalismo. Aun así, es difícil encajar a Griffa dentro de un movimiento o corriente pictórico ya que su trayectoria es prácticamente solitaria. El artista, que se considera a sí mismo un pintor tradicional, busca colocar a la pintura en el centro del arte, ya que esta es el género que mejor capta las pulsiones emocionales y racionales del artista.

Encontramos sus obras en diversos museos de arte italianos, como el Museo de Arte Contemporáneo de Roma o el Castillo de Rivoli en Turín, así como en otros países, tales como la Tate Modern en Inglaterra o en el Centre d’Art Contemporain en Suiza. Además, ha expuesto en gran cantidad de galerías europeas y norteamericanas.