A pesar de tener una primera etapa de carácter más tradicional, alrededor de 1911 su obra da un giro cuando viaja a París y conoce a Picasso. A través de la influencia que recibe de la parte más primitiva de su producción, realiza figuras de metal y máscaras de diversos materiales. Con este nuevo estilo se instala en Barcelona, donde lleva a cabo varios proyectos, entre los que destaca el monumento al actor Iscle Soler (1918) o su participación en la Exposición Internacional de 1929. Con la dictadura se exilia en París donde se queda a vivir definitivamente. Allí recibirá la influencia de la pintura de Modigliani provocando importantes cambios en la forma de desarrollar sus figuras humanas, ahora con los rostros y cuerpos más alargados, como vemos en la obra El profeta (1933), donde también destaca la incorporación del vacío.
En la Colección Suñol Soler encontramos dos obras de estos dos períodos tan destacados; por un lado, un espejo policromado que muestra sus inicios más en contacto con la tradición modernista, y por otro, una máscara de bronce influenciada por Picasso y el cubismo.