Vinculado al arte povera durante sus inicios, Alighiero Boetti fue un artista en constante evolución. Entre los años sesenta y los noventa aborda conceptos como los límites, el caos, los lenguajes y las culturas, desarrollando un trabajo con una fuerte carga poética e icónica en el que interfieren el azar y la casualidad. El espectador se convierte en un cómplice del juego que propone Boetti mediante unas obras concebidas des de la colectividad y la cooperación. El interés del artista por la cultura y el pensamiento orientales le llevan a colaborar con artesanas afganas a quienes encarga diferentes tapices, como el que lleva por título Mille novecento settantotto, en el que pueden observarse todas las formas posibles de agrupar esta fecha escrita en letras. Este procedimiento conecta con una de sus obsesiones: ensayar formas lúdicas y creativas de subvertir los sistemas de organización que estructuran nuestro mundo.